Te quiero
no porque he aprendido a decírtelo,
no porque el corazón
me sugiera esta palabra,
tampoco porque la fe
me haga creer que eres amor,
ni siquiera solamente
porque has muerto por mí.
Te quiero
porque has entrado en mi vida
más que el aire en mis pulmones,
más que la sangre en mis venas.
Has entrado
donde nadie podía entrar,
cuando nadie podía ayudarme,
cada vez que ninguno
podía consolarme.
Todos los días te he amado.
Todas las horas te he mirado
y en tu rostro
he leído la respuesta,
en tus palabras
la explicación,
en tu amor
la solución.
Te quiero
porque durante muchos años
has vivido conmigo
y yo
he vivido de Ti.
He vivido de tu ley
y no me había dado cuenta de ello.
Me he nutrido de ella,
me he robustecido,
me he repuesto
pero lo ignoraba,
como el niño que bebe de la madre
y todavía no sabe llamarla
con ese dulce nombre.
Concédeme estarte agradecida
-al menos un poco-
durante el tiempo que me quede,
por ese amor
que has volcado en mí,
y que me ha obligado
a decirte:
Te quiero
Chiara Lubich